Rafael Rubio fue subdirector del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales en el periodo del ex presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy. Es abogado de la Universidad Complutense de Madrid y parte del Observatorio Complutense de la Desinformación. Desde su experiencia, realiza un mapeo general de la desinformación en los países que realizaron una investigación.
Por Lucas Ramírez W.
En 2020, se creó el Observatorio Complutense de la Desinformación en España, con el fin de poder realizar investigaciones sobre las elecciones de cada país. Hoy en día han realizado 14 investigaciones en 12 países. En el cual, uno de ellos fue en 2018, cuando Brasil suspendió WhatsApp y Rafael Rubio estuvo trabajando codo a codo con las autoridades.
La desinformación en las elecciones consiste en la difusión de contenido falso o engañoso relacionado con el gobierno que está o por gobiernos anteriores. Este fenómeno está muy relacionado con los candidatos, partidos políticos, resultados, entre otros. Pero el objetivo es poder influir en la opinión pública de las personas para dañar.
Generar contenido fraudulento, puede salir efectivo por la polarización que tendrá, ya que siempre en periodos de elecciones las ideologías políticas serán divisoras. Pero, por otra parte, las redes sociales juegan un papel importante, ya que ahí es donde se viraliza todo este contenido. Este tipo de contenido no se puede crear solo, siempre debe haber un actor principal. En muchos casos, en las campañas políticas siempre surgen datos de desinformación que realizan los candidatos. También están los influencers que muestran su opinión respecto a cada candidato y ellos mueven gente. Lo que hace que sea peligroso. Por último, tenemos las personas que crean la desinformación para dañar a la sociedad.
“En el 2016 y el 2018 estaban estallando los primeros casos de desinformación electoral. Vinculados a la victoria de Trump y el Brexit” afirma Rafael Rubio. Donde gracias a esos casos, Rubio tuvo el privilegio de poder liderar la primera investigación en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
“Si tomamos los informes del Centro de Estudio de Internet de Oxford desde el año 2015 hasta hoy, el volumen de la amenaza se ha multiplicado casi por 10” asegura Rubio. El hecho de que Rafel haya estudiado el fenómeno por 10 años, le ha dado afinidad a su juicio y poder centrarse menos en la moda y dar más repuestas.
“Lo que pudimos hacer en Brasil es acompañar al órgano electoral con una especie de asesoría externa o de supervisión externa. Creo que Brasil es probablemente el órgano electoral que mejor ha dado respuesta al fenómeno de la desinformación”, afirma Rafael.
“En Brasil aprendimos mucho más de lo que enseñamos. Brasil entendió este problema en el año 2018. Es un buen ejemplo de cómo aprender de las situaciones y desarrollar una respuesta estratégica e integral mantenida en el tiempo”, agrega. Fue uno de los países pioneros en formular una defensa contra la desinformación en eventos electorales.
En las elecciones presidenciales de Brasil 2018, el fenómeno de la desinformación se convirtió en un arma decisiva. El candidato de la ultraderecha, Jair Bolsonaro, realizó gran parte de su campaña por redes sociales, específicamente WhatsApp. A través de ésta, circularon mensajes que tenían contenido fraudulento. Las cuales se dirigían a su oponente del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad.
Los contenidos que más visualizaciones tenían eran que Haddad promovía la ideología de género en los establecimientos académicos o que facilitaba kits sexuales a niños. Éstas fueron desmentidas por los medios y organizaciones que chequean. Desde la aplicación de WhatsApp, no lograron rastrear el origen de los mensajes, lo cual no hubo ninguna fiscalización.
“Brasil demostró que jugando fuerte es posible doblegar las plataformas”, afirma Rubio.
Mientras que, en Estados Unidos, la desinformación fue uno de los factores que marcaron en las elecciones del 2020. Pero, esta fue liberada desde dentro de la Casa Blanca. Donald Trump comenzó meses antes de la votación a referirse que era poco confiable el sistema electoral. Esto fue gracias a que durante el COVID-19 se realizaron votos por correo electrónico.
Tras darse a conocer la derrota ante Joe Biden, Trump aseguró que las elecciones habían sido manipuladas, sin tener ningún respaldo. La cual, fue replicada en por medios, redes sociales, bots y seguidores radicales. Por internet circuló una teoría conspirativa de votaciones alteradas, pero las autoridades electorales y organismos independientes desmentieron tal hecho.
“Yo creo que hay países que no han entendido el problema hasta ahora o que se han apuntado tarde. Chile y Argentina recientemente han entendido el volumen o la dimensión del problema. También añadiría Colombia”, señala Rafael Rubio. Por otro lado, hay países en los que el tema se ha vuelto prioridad, como en el caso de Ecuador. Brasil, que es uno de los países con mayor importancia en el continente, demostró entender el fenómeno y proponer soluciones a la altura del problema. México también es otro que entraría en el grupo que es consciente de la desinformación.
Panamá fue el pionero en entender la importancia que tendría este fenómeno, después lo siguen los países como, Costa Rica, República Dominicana y Guatemala.
Rafael Rubio afirma “el más acertado en mi opinión es el de aquellos que no están advertidos”. Según Rubio los más vulnerables a la desinformación son las personas mayores que tienen un menor nivel de alfabetización tecnológica.
“Sí, de una manera importante en periodos electorales, dado que cada vez está más presente, pero también porque se ha convertido en un elemento básico” concluye Rubio. Después de analizar si la democracia sería afectada por la desinformación en distintos países del mundo.